2 Comments
Hay los que piensan que todo debe solucionarse dentro del sistema como Esteban Morales. Otros que han sufrido más que suficiente el sistema y no ven ninguna solución adentro como Carlos Moore. Ya en el 2011 Sandra Alvarez (Negracubana) había puesto en escena ese debate Morales vs Moore que todavía estamos esperando. Hoy ponemos de nuevo sobre el tapete todos aquellos argumentos.... Y ustedes que piensan? FRENTE A LOS RETOS DEL COLOR COMO PARTE DEL DEBATE POR EL SOCIALISMO. por Esteban MoralesSon aun muchos los retos que debemos enfrentar para combatir, en nuestros días, contra ese problema de la sociedad cubana, que el Comandante en Jefe Fidel Castro, máximo líder de la revolución, califico como “una lacra “: el racismo. En el contexto actual, se suman otros retos que también tendremos que encarar. Durante el periodo 1989- 1994, al producirse la crisis económica, seguida del denominado Periodo Especial, pudimos percatarnos, de que a pesar de una política social extraordinariamente humanista y de una prolongada lucha a favor de la justicia y por la igualdad social, hasta los mismos bordes del igualitarismo, eran muchas aun las personas, que todavía no habían logrado forjarse un proyecto de vida estable. Pudiendo comprobarse también, que la mayoría de esas personas eran negras y mestizas. Hasta aquellos que podemos considerar como una cierta “clase media”, es decir, profesionales de alta calificación, médicos, profesores universitarios, trabajadores altamente calificados y miembros de la intelectualidad en general, también vieron afectarse seriamente sus niveles de vida. Sin que podamos decir, que las situaciones mencionadas hayan sido ya totalmente superadas.[1] La medidas económicas que ahora se discuten ampliamente y que en cierto modo comienzan a ponerse en práctica, para actualizar el modelo económico, medidas de las cuales el reordenamiento y disponibilidad laboral, posiblemente sea la más complicada y dramática, representa también un reto de consideración, para la masa laboral en general y para los trabajadores negros y mestizos en particular.[2] Pues, para nadie es un secreto, que estos últimos han sido siempre, históricamente, los de menor calificación, los más desfavorecidos en el plano laboral, ostentando los peores empleos, las más bajas remuneraciones salariales y las más bajas jubilaciones.[3] Resultando también los menos absorbidos por la llamada nueva economía y finalmente, los que menos pueden hoy equilibrar sus ingresos familiares por medio de las remesas provenientes del exterior, al ser la menor población representada en la emigración. Por ejemplo, hacia los Estados Unidos, masivamente, emigraron tarde( años 80 ), sin apoyo familiar y con el estigma de “marielitos”, representando solo de un 15 a un 16% de la masa de inmigrantes hacia ese país.[4] Por lo que no tienen los mejores empleos, no reciben los mejores ingresos, resultando entonces los que en peores condiciones están para viajar o enviar ayuda a sus familiares en Cuba. Enfrentando también la discriminación racial, que domina el ambiente de la sociedad norteamericana, principalmente miamense, hacia la que emigraron. Tampoco los negros y mestizos son fácilmente contratados por las áreas en que más el dólar circula en Cuba. Por lo que se observa que algunos tienden a refugiarse en la santería como forma de lucro, la actividad ilícita, el proxenetismo y la prostitución, las reventas ilegales de productos etc. Por lo cual, de la población penal total hoy en Cuba, los negros y mestizos representan casi el 57%, comparados con los blancos, que son un 43%.[5]Por lo que, censalmente hablando, se encuentran sobrerepresentados dentro de la población penal (pues según el censo del 2002, el 65% se identificaron como blancos, el 10,1% como negros y el 24,9 como mestizos). Algunos problemas exigirán de mucho tiempo para solucionarlos; otros, demandan de más determinación política, que propiamente de tiempo. Todos, sin embargo, exigen trabajar con la mayor fuerza, radicalidad y agresividad de que seamos capaces. Sin apresuramientos ni improvisación. Porque se trata de problemas, que en medio de la complejísima situación que hoy vive el país, tienden a refugiarse, a veces, en alternativas de solución no siempre convenientes socialmente.[6] DIFERENTES POSICIONES ANTE EL PROBLEMA RACIAL No todas las persona que se agrupan hoy, bajo la preocupación del tema racial en Cuba, comparten visiones políticas similares. Algunos, incluso, ya cuestionan abiertamente la capacidad del régimen político cubano y su liderazgo para solucionarlo. Para otros, no pocos, el problema ni siquiera existe, por lo que no vale la pena preocuparse o hablar de ello. No son compartidas tampoco idénticas formas de solución, generándose lo que pudiéramos reconocer como dos posiciones políticas fundamentales ante el problema racial actualmente. Una posición considera que los problemas raciales en Cuba, son responsabilidad del gobierno cubano, supuestamente, debido a la ausencia de una política de derechos humanos, democracia y libertades civiles para los negros. Para esta línea de pensamiento, los líderes de la revolución son racistas, particularmente Fidel Castro, que según estos, no ha atendido el problema racial con vistas a solucionarlo. Comparten el tema racial, dentro de posiciones políticas más generales, llamadas “disidentes”, y como podría observarse con claridad, al leer sus documentos, montan la crítica del tratamiento del racismo en Cuba, sobre los mismos pilares de la crítica de la política norteamericana hacia la isla. Se observa en ellos, cierta tendencia a no reconocer la obra de la revolución con los negros y mestizos y sujetan la solución del problema racial a la posibilidad de un cambio del régimen político en Cuba. Lo cual, esencialmente, los convierte en partidarios de la confrontación política que Estados Unidos despliega, en su búsqueda de un cambio de régimen en la isla.[7] La otra posición, parte de los avances logrados por la revolución, critica sus errores en el tratamiento del tema: como la falta de un debate más amplio, la ausencia del tema en la educación, el no haber considerado, desde el principio, a la variable “Color de la Piel”, como una variable de diferenciación social en Cuba, lo cual habría permitido una política social más ajustada a las desigualdades que aún permanecen; la falta de un sistema estadístico que refleje mejor los problemas sociales y económicos según el color, permitiendo hacer mejores investigaciones. Sin embargo, al mismo tiempo, los partidarios de esta línea, consideran que los negros han avanzado mucho y que si no hubiera habido una revolución en Cuba, estos últimos habrían tenido que hacerla para haber alcanzado lo que han logrado hasta hoy. Por lo que consideran que el camino de las soluciones, está en profundizar el socialismo, desarrollando dentro del mismo un debate, en el que los problemas de la “raza”, formen parte del proceso de perfeccionamiento de la sociedad cubana actual. No aceptando, bajo ningún principio, que un cambio del régimen político cubano pudiera beneficiar a los negros y mestizos, al no considerar que existan razones, ni un paradigma, que justifique una posición política de esa naturaleza. La nueva batalla contra el racismo en Cuba, lleva implícito la lucha entre estas dos posiciones más arriba mencionadas y el intento de cada una de ellas, por encontrar y producir aquellos cambios de la sociedad cubana, que beneficien a los negros y mestizos. Diríase que en ello ambas posiciones, parecen perseguir objetivos similares, aunque con visiones ideológicas distanciadas y posiciones políticas sustancialmente diferentes ante el problema y en el modo de alcanzar sus objetivos. Pues, la primera posición considera que la revolución cubana debe dar paso a otra situación política diferente; la segunda considera que la revolución debe mantenerse, fortalecerse, rectificando los errores e insuficiencias cometidos en el tratamiento del tema, ya mencionados, pero profundizando la obra de justicia social e igualdad ya iniciada en 1959. Ambas posiciones despliegan sus acciones, dentro de un marco de tolerancia política, por parte del gobierno cubano, por lo que la confrontación, no tiene un carácter violento, sino pacifico y ni siquiera, aun, el de un enfrentamiento personal directo. Ambas posiciones, no obstante, enfrentan retos objetivos ante el problema racial. El principal, es eliminar la ignorancia interna que aun prevalece sobre el tema; seguido de la necesidad de fortalecer la “conciencia racial”, que es aun una carencia dentro de la sociedad cubana actual; estimular la autoestima de los negros, lograr que el tema racial ocupe el lugar que debiera tener dentro de la educación cubana a todos los niveles y obtener un nivel de atención institucional más directo. Logrando esas cosas, diríamos que solo quedaría una batalla política, que no se diferencia sustancialmente de la lucha que muchos libran en Cuba por el perfeccionamiento de la sociedad socialista y el bienestar de los negros y mestizos dentro de ella. Sin embargo, todo está indicando, que la primera posición, se aleja cada día más de los intereses de una lucha social e incluso política, verdadera, contra el racismo, en Cuba, para aproximarse, aceleradamente, a formar parte de la confrontación política entre Cuba y Estados Unidos. Tomando partido entonces por una actitud que los separa de la lucha por el socialismo, que es en definitiva lo que ha permitido, hasta ahora, que los negros y mestizos en Cuba, tengan una ubicación dentro de la sociedad, como no la tuvieron nunca y como no la tiene ningún grupo no-blanco en cualquiera de las sociedades del hemisferio. Esta posición es liderada por un Sr. Llamado Carlos Moore, autor de varios trabajos sobre la cuestión racial en Cuba, entre otros, “Fidel Castro, los Negros y África” y una obra titulada “Pichón”.[8] Moore fue el que promovió la proclama, que un grupo de Artistas e Intelectuales norteamericanos lanzo contra Cuba, en el Miami Herald, el 1 de diciembre del 2009.[9] Luego entonces, con más razón, los que creemos, como es mi posición personal, que los problemas puede resolverse dentro de las posiciones de la revolución cubana, deberemos trabajar denodadamente para hacer avanzar nuestras alternativas de solución. Mostrándose en esta lucha, explícitamente, que tema de nuestra realidad que no abordemos, otros lo abordan y no siempre con las mejores intenciones. ALGUNOS RETOS CONCRETOS A VENCER. No voy a referirme a todos los retos, ni siquiera a la mayoría de ellos, pero, no obstante, mencionaremos algunos que, por su importancia, amenazan con dificultar seriamente nuestros esfuerzos por solucionar los problemas de la discriminación y el racismo subyacentes en la Cuba de hoy. Entre tales retos, creo que resulta conveniente destacar los siguientes: I- Es necesario fortalecer la identidad cultural y racial, especialmente, en nuestros niños y jóvenes. Para eso, entre otras tareas importantes, hay que reestructurar fuertemente la enseñanza, la de la historia en particular. Tratando de sacar el estudio de la esclavitud del cerco que le hemos tendido, manteniéndola en el siglo XIX, sin traerla a nuestra contemporaneidad. Lo que nos permitiría valorar seriamente sus consecuencias aun presentes en la sociedad cubana actual. Desde la abolición oficial de la esclavitud, en 1886, han pasado solo 124 años, muy poco tiempo aun, para decir que sus lastres y consecuencias ya no conviven con nosotros. Sobre todo, en medio de una sociedad que aun lucha por su perfeccionamiento, tratando de superar los lastres e instrumentos del neocolonialismo a que fue sometida. Al mismo tiempo, es indispensable, lograr que el estudio de la” raza” y el color entren en la escuela cubana, a todos los niveles del sistema, De lo contrario, nunca vamos a obtener el nivel de comprensión de las raíces de la cultura cubana que necesitamos en nuestros estudiantes y jóvenes. Mucho menos que adquieran el nivel de conciencia racial que aun no hemos alcanzado y que tanto necesitamos para luchar contra el racismo. Porque sin conciencia racial, no hay capacidad para luchar contra los estereotipos, la discriminación y el racismo.[10] Los estudios sobre África, Asia y Medio Oriente, deben ocupar un lugar importante en nuestros programas de historia universal, literatura, geografía, pensamiento social y filosófico, entre otras. Ayudándonos a desterrar el occidentalismo, ese fenómeno de absolutización de un componente ideológico y cultural, que nos induce a una forma maniquea, hegemónicamente blanca y racista de asimilar la cultura occidental, la universal y nuestra propia cultura cubana. Hay que desplegar en nuestras universidades los estudios etno – raciales y las investigaciones sobre los fenómenos subyacentes detrás del color en la Cuba actual, profundizando en su historia, sus consecuencias en la formación de la nación cubana y en las características nacionales que estos fenómenos asumen hoy en nuestro país. ¿Cómo es posible que en una nación multicolor, como Cuba, con una herencia neocolonial tan cercana, no haya un tratamiento científico de esos problemas en nuestra educación superior?[11] ¿De qué desarrollo de la ciencia podemos hablar en nuestras universidades, si el núcleo de ese desarrollo, que es, en primer lugar, autoreconocernos como pueblo y como nación, se presenta incompleto, apenas se aborda o se les da un tratamiento prejuiciado a parte esencial de la identidad nacional? ¿De qué cultura general e integral podemos hablar hoy en Cuba, con esos lastres neocoloniales en nuestra enseñanza? Se trata de que un abordaje científico de los problemas de la llamada “raza” y el color, aspectos esenciales de la identidad, que deben entrar en la escuela cubana, a todos los niveles, para que puedan pasar definitivamente a la cultura, lográndose así combatir a fondo las aristas negativas, que aun permiten espacio al racismo, los estereotipos raciales, la tendencia al blanqueamiento y la discriminación racial aun existente en nuestro país. Nuestra educación superior, en particular, pivote fundamental del desarrollo científico e investigativo de cualquier nación, está plagada de prejuicios sobre el tema racial, débil atención institucional del mismo, ignorancia y hasta temor de abordarlo. Habiéndose repetido los mismos errores que se cometieron, en la ex Unión Soviética, con la sociología, hacia la década del cincuenta y desplegando los mismos prejuicios que durante muchos años sufrió la antropología. Por eso hoy, los estudios sociológicos en nuestro país no cuentan con la experiencia que pudieron haber acumulado por más de 40 años; mientras, que apenas existen antropólogos en Cuba.[12] “Dentro de ello, se produce un ambiente en el que la universidad, de manera casi inconsciente, favorece el racismo, en la medida en que, por lo general, se identifican cultura cubana y cultura occidental, se marginaliza a las culturas y religiones de origen africano o no occidentales. En la medida también en que se tiende a presentar la historia cubana y latinoamericana como una historia casi solo de blancos, con ausencias bibliográficas importantes, subestimando el protagonismo de los negros y mestizos en la construcción de la nación y su cultura. En la medida en que se presenta la civilización occidental sin casi denunciar su racismo latente.”[13]Solo de manera reciente, es que se observa a jóvenes, principalmente negros, interesados en el tema de la raza, ostentando atributos religiosos, como collares, pulsos, ropa blanca etc. Algo que antes era imposible de ver en el ambiente universitario. [14] II- Nuestro sistema estadístico debe aun mejorar considerablemente, para que el color, pueda quedar recogido en las mediciones socioeconómicas que generamos. No basta que contemos a nuestra población, esta también tiene que ser registrada en todos sus rasgos, siendo particularmente el color una variable de diferenciación social muy importante en un país como Cuba .No tomar en consideración esta variable mencionada, deja fuera del análisis de la población un conjunto importante de indicadores de diferenciación social, que impiden caracterizar de manera real la situación socioeconómica de la gente, introduciéndose entonces sesgos inadmisibles, que afectan a la política social y a la dirección de la sociedad en su conjunto.[15] Categorías económicas y socioeconómicas como, desempleo, calidad del empleo, niveles de ingreso, salario, estado y calidad de la vivienda, marginalidad, violencia familiar, remesas, acceso a los niveles de educación superior, migración interna, migración externa, promedio de vida, mortalidad infantil, mortalidad materna, mortalidad general, niveles de la jubilación, acceso a la recreación, equipamiento domestico y otros, deben ser estadísticamente cuantificados tomando en consideración el color de la piel.[16] No toda la población cubana disfrutaba, al mismo nivel, de las ventajas que la política social pone a su disposición. Porque la distribución social, durante muchos años fue igualitaria, pero la población no es homogénea, por lo que debido a razones, que también puede ser racial, no todos los ciudadanos han estado en similares condiciones para alcanzar las oportunidades puestas a su disposición. Lo cual en la educación se observa con claridad. Pues, no es lo mismo provenir de una familia de universitarios, que de una familia obrera, sin antecedentes de contacto con la vida intelectual. Lamentablemente, aun, no es lo mismo vivir en Nuevo Vedado que en Parraga o Pogolotti.[17] Durante la crisis económica, los primeros que comenzaron a desertar de las aulas universitarias, fueron negros y mestizos. Ingresaban entonces, mujeres, casi solo blancas. Los negros y mestizos comenzaron a reaparecer, años después, bajo el impulso producido por el proyecto de los llamados Trabajadores Sociales.[18] Aquello de que “todos somos iguales” fue un slogan de la demagogia republicana. No, todos los cubanos no somos iguales. Hay que reconocer, que por termino medio, según seamos blancos, mestizos o negros, aunque iguales ante la ley y frente a una política social extraordinariamente humanitaria, hemos tenido puntos de partida históricos diferentes, que se trasladan de generación en generación y que aun arrastramos de una historia colonial y neocolonial de 500 años. Por lo que, el único modo de borrar esa compleja realidad, es fundamentar la política social en las desigualdades aun existentes. Por lo tanto, hay que tener cuantificadas y bien localizadas esas desigualdades. Para atacarlas allí donde se estén produciendo.[19] Nuestras estadísticas, de todos tipos, tanto demográficas como socioeconómicas, deben recoger el color. Pues tienen que ser el reflejo de la nación, que no es otra cosa que al pueblo que la compone. Cuba no es Suecia ni Holanda .Estamos en el Caribe. Con una historia muy peculiar. No se trata de un simple deseo; no, es que cuando no reflejamos el color, estamos echando al cesto del olvido siglos de historia. Estamos ignorando la reproducible herencia del colonialismo que aun padecemos todos.[20] Me pregunto ¿cómo entender y dirigir científicamente a la sociedad cubana sin tomar en consideración el color? ¿De qué pueblo estamos hablando? ¿A qué nación nos estamos refiriendo, cuando no tomamos en consideración el color?[21]Pongamos un ejemplo que nos ilustra un poco. En los Estados Unidos, la nación económicamente más desarrollada del planeta, cuando a nivel federal la tasa de desempleo es un 7 %, entre los hispanos es de un 10 o 12 % y entre los negros de un 15 a un 20%.¿ A qué se deben esas diferencias? Incluso en la nación más rica del mundo. III- La multicolaridad, rasgo que caracteriza a nuestra nación, tiene que estar presente en todos los escenarios en que el pueblo se desenvuelve. Y cuando no esté, debemos exigirla, todos los que tengamos conciencia de su importancia: blancos, mestizos y negros .Pues se trata de que nuestra sociedad no sería definitivamente democrática, culta ni para todos, sin considerar ese ingrediente. Democracia, justicia social, derechos humanos y equilibrio racial, son inseparables.[22]De lo contario, aunque no lo queramos, contribuimos a perpetuar el desequilibrio, que no es solo de color, sino clasista, que subyace como herencia del colonialismo. Pues clase y color se dieron siempre la mano en la historia de nuestro país. Donde decir blanco, era decir hegemonía cultural, riqueza, cultura; mientras que negro, era decir esclavitud, pobreza, deculturacion, cultura sojuzgada. Pues aunque la pobreza también podía ser masivamente blanca, la riqueza nunca fue negra. IV- Entonces, la llamada Acción Afirmativa debe tener su espacio entre nosotros .De lo contrario va a ser imposible que, dentro de un periodo de tiempo medianamente aceptable, podamos equilibrar los diferentes puntos de partida histórico de los grupos raciales que componen hoy nuestra sociedad.[23] Un problema social, que aun no esté resuelto, adopta siempre expresiones concretas, que no pocas veces son políticas. Vivimos hoy momentos muy difíciles y complejos. Estos se caracterizan porque los problemas tienden a institucionalizarse. Razón por la cual, la sociedad civil cubana actual está hoy generando, paulatinamente, respecto a la cuestión racial, una institucionalidad propia, al margen del estado, sus dispositivos y aparatos. También al margen del gobierno y las organizaciones políticas y de masas. Lo cual quiere decir, que existen sectores de la sociedad, especialmente afectados por la cuestión racial, blancos, negros o mestizos, que no encuentran en ella la institucionalidad que termine de dar respuestas a sus nuevas necesidades, inquietudes y preocupaciones.[24] Entonces, particularmente los afectados directamente o aquellos para los cuales el tema racial es un objeto de preocupación, con independencia del grupo racial al que pertenezcan, no encuentran todavía una respuesta política en las instituciones existentes. El debate racial no es promovido desde esos niveles. El tema racial no está en las agendas de ninguna de las organizaciones políticas y de masas, ni en la de la Asamblea Nacional del Poder Popular. El tema racial no aparece en ninguno de los documentos puestos a debate público recientemente. No se debatió en el Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, aunque Raúl Castro lo menciono; ni en de los Comités de Defensa de la Revolución. Tampoco aparece en el trabajo del movimiento sindical.[25]Salió al calor de las críticas realizadas por Raúl Castro a la política de cuadros en el VI Congreso del Partido y continuará emergiendo cuando se discutan los problemas sociales y políticos en la próxima Conferencia del partido.[26] Salvo para un número muy limitado de instituciones, como el Ministerio de Cultura, la UNEAC y la Fundación Fernando Ortiz, junto a otras fundaciones, Proyectos Comunitarios y grupos informales, el tema racial no tiene una presencia explícita amplia en la vida nacional. Los medios de información lo reflejan muy limitadamente y sin ninguna sistematicidad, así como tampoco son muy divulgadas aun las actividades que se realizan sobre el tema.[27] Sin embargo, el marco de las preocupaciones respecto al tema racial se amplían y su expresión en el trabajo cultural va tomando cada vez mayor espacio y expresiones. Se ha venido formando un consenso alrededor del tema, su importancia y necesidad de su tratamiento, sobre todo, en medio de la compleja situación económica actual. Se van acumulando expresiones de los líderes principales del país, en los discursos de Fidel y Raúl, la institucionalidad gubernamental y política, está reaccionando. Existiendo múltiples señales de que se están generando medidas y potenciales políticas que tienen que ver directa o colateralmente con el tema racial, dando continuidad a las ya existentes.[28] Entonces, se ha comenzado a trabajar fuertemente para institucionalizar el tema y sus posibles soluciones, desde una perspectiva que contribuya y forme parte del conjunto de políticas que el país está debatiendo para hacer avanzar el socialismo. Sobre todo, porque hay que brindar batalla a otros grupos, que lo están enfocando como un problema de ausencia de democracia, derechos humanos y libertades civiles para los negros, en nuestro ambiente social actual.[29]Con posiciones que están vinculadas a un manejo contrarrevolucionario sobre el tema. Aprovechando las consecuencias del debate recientemente abierto en la Comisión de Derechos Humanos y Raza, celebrada en Ginebra. Se está produciendo aquello sobre lo que tantas veces han alertado varios intelectuales. Tema de nuestra realidad, que nosotros mismos no abordemos, otros lo toman en sus manos y no siempre con las mejores intenciones. Tratándose, sobre todo, de un asunto en el que existen diferentes posiciones ideológicas y puntos de vista políticamente contrapuestos. Los nuestros, al menos, son los siguientes: – Hay que terminar de abrir fuertemente el debate público del tema y prepararse para los impactos que en este periodo nos puede traer. – Hay que llevar el tema racial a la Conferencia del Partido y al Congreso.[30] – Hay que tratar los asuntos del tema en la Asamblea Nacional del Poder Popular a todos los niveles.[31] – El tema tiene que terminar de formar parte de la agenda en las organizaciones políticas y de masas y dentro del movimiento sindical en particular. – Hay que continuar trabajando para adoptar medidas inmediatas que nos permitan avanzar de manera integral en el plano de la educación y la divulgación. – Hay que tratar de crear un dispositivo institucional específico, a nivel estatal o del gobierno o de ambos, para atender el tema racial. Finalmente, los cubanos tampoco podemos limitarnos a ser meros espectadores, bajo el pretexto, sobre todo, de que en Cuba no hay indígenas o de que en Cuba todos somos afro descendientes. En cada uno de los tres encuentros continentales de la campaña “500 años de resistencia indígena, negra y popular “, y en otras conferencias Internacionales sobre los Afrodescendientes, han habido una declaraciones de solidaridad con Cuba. Porque un movimiento que tiene como eje la reivindicación del derecho de autodeterminación de los pueblos indígenas y afrodescendientes, perciben al pueblo cubano como un símbolo de la resistencia continental en la defensa de la soberanía y la dignidad. Entonces, ¿Cómo podría Cuba no identificarse con este movimiento?, ¿Cómo podría no considerarlo un aliado importante en la lucha antiimperialista, es decir, en la lucha liberadora del continente? Por suerte ya se está haciendo y con bastante fuerza. Abril del 2011. El Dr. Esteban Morales es parte de la maquinaria oficial Cubana; siempre lo fue, desde los años sesenta, cuando se graduó de la escuela de cuadros de los Servicios de Inteligencia de Cuba, y lo sigue siendo, aún más, todavía hoy. Últimamente, el régimen Cubano, porque está en aprietos, le está tratando de forjar una imagen de “líder negro”. Eso de su “expulsión” del PCC es una farsa cuyo objetivo es darle credibilidad como “dirigente negro” con el cual el gobierno luego “discutiría” sobre la solución del problema creciente de la oposición negra; lo más candente y peligroso que está aconteciendo en Cuba. Todo eso es parte de la nueva estrategia que está armando el régimen Cubano, en estos momentos, después de haber fracasado en su intento de represión brutal de la disidencia que emana de la población mayoritaria del país. Las acusaciones que el Dr. Morales lanza contra mi, son las mismas que utiliza desde hace años el régimen Cubano: que yo sería miembro o, incluso, dirigente de una organización llamada “Alianza Afro-Cubana” (con la cual no tengo vínculo alguno); que yo habría sido “pagado por la CIA” para escribir el libro, Castro, the Blacks and Africa; libro que les quitó la mascara de grandes “liberadores” de los Africanos y puso en pié la cuestión de la opresión racial en Cuba, destruyendo el mito de la “democrácia racial socialista” Cubana. Son también patrañas cocinadas por el régimen Cubano las alegaciones de que yo habría sido “intérprete” del dirigente derechista y reaccionario de Angola, Holden Roberto . La verdad es que yo nunca conocí a Holden Roberto ni lo ví en mi vida. Todas esas mentiras, cocinadas en la cocina de los servicios de inteligencia de Cuba, se encuentran alojadas en el sitio de Internet AfroCubaWeb – sitio de la izquierda marxista afronorteamericana apoyada por el régimen de Cuba. Según tengo entendido, fue el propio Dr. Morales quien ayudó a implantar ese sitio y quien sirve de fuente principal de todas las desinformaciones que se encuentran en ella. O sea, que estamos delante de un caso típico de desinformación donde el “informante” es, a su vez, el “desinformador”. Carlos Moore Salvador de Bahia. Brasil. 12 de Mayo de 2011 RESPUESTA DEL COMITE CIUDADANO POR LA INTEGRACION RACIAL
Desde el lunes 9 de mayo de 2011 circula un texto titulado: Frente a los retos del color como parte del debate por el socialismo. Es un texto, aparecido en su propio blog, escrito por Esteban Morales Domínguez, economista y especialista en relaciones Cuba-Estados Unidos. Como quiera que las ideas y posiciones que sostiene reflejan los matices académicos del posicionamiento político del gobierno cubano en cuanto al tema racial, conviene dejar sentado que nuestra respuesta no personaliza el razonamiento. El CIR proviene de una tradición en la que no se sustituye la discusión intelectual de los argumentos por la destrucción moral del adversario. Es importante que el mismo autor refiera en su texto que la “confrontación no tiene un carácter violento, sino pacífico y ni siquiera, aún, el de un enfrentamiento personal directo”. Lo cual supondría una triple ganancia: para el debate de ideas, para la nitidez del argumento y para empezar a quebrar, en un sentido fundamental, la lógica colonialista que el mismo Morales Domínguez reconoce. La fuerza del diferente en el poder ha provenido, justamente, de su capacidad para poner a pelear entre sí a los iguales. En este caso a los negros. Frente a los retos del color como parte del debate por el socialismo es un texto que merece ser contestado. Y en el CIR creemos que merece ser analizado en los términos que sugiere su autor. Desde el principio, en su propio título, se reflejan muy bien los conceptos que desde el poder limitan un enfoque más apropiado del tema. De color somos todos los seres humanos. El racismo en transición acuño el término de gente de color como eufemismo psicosocial para referirse a quienes no aceptaba desde su identidad epitelial. Era y es una operación cultural de limpieza a través de la cual se suprime la distinción diluyendo la diferencia, para negar después todos los contenidos culturales de la condición negra y promover lo que en la ideología cubana se conoce como color cubano. De color refleja por tanto una máscara interpuesta entre la mentalidad colonial dominante y la del dominado —que le condiciona— e impide ver las identidades raciales y sus reivindicaciones autodefinidas. Gente de color es precisamente la categoría del poder para definir a los otros y establecer su lugar, desde la cual se piensa y ponen en práctica las políticas que ese poder cree ajustadas para esos otros: los negros y negras. A estas alturas de la conciencia racial creíamos superadas ciertas categorías, que sonaban decentes y eran socialmente asumibles en la sociedad burguesa, pero que nada tienen que ver con conceptos de identidad ni de autoestima. Según este mismo discurso oficial, estos retos del color forman parte del debate por el socialismo. Ahora, se pregunta el CIR, ¿qué socialismo está en debate? Porque si existe algún debate por el socialismo no parece que en él estén participando los negros y las negras. Hay aquí un problema, no solo teórico sino de orden general, que merece ser aclarado. La existencia del socialismo en Cuba ha sido puesta en dudas. Personas serias de izquierdas, en todo el espectro posible, han cuestionado con análisis fuertes, contrastables y de clara base empírica la existencia misma del socialismo en los países originarios y en los que lo adoptaron después de la segunda guerra mundial. Eso incluye a Cuba. Ni en términos de propiedad, participación, distribución de la renta, papel de los trabajadores y producción puede decirse que el nuestro fue o es un país socialista. Seguir llamando socialistas a regímenes burocrático-militares es, académicamente, una clara ausencia de rigor analítico y, en términos políticos, sucumbir ante el lado negativo de toda ideología: el de la falsa conciencia; lo que no contribuye a fortalecer, en los negros y negras, su conciencia racial. Para recuperar el sentido real de nuestro lugar en la cultura, la historia y la sociedad cubana no es recomendable comenzar por la conciencia invertida de nosotros mismos. De donde se desprenden otras preguntas: si el socialismo no existió para nadie, blancos y negros, ¿cómo pudo o puede existir entonces para los negros? Y si existió o existe en Cuba básicamente para beneficio de negros y negras, ¿por qué, como el autor reconoce, resultan estos los más afectados por los reajustes? No se supone que el reajuste y la “actualización de nuestro modelo social” dañen a quienes supuestamente han gozado de condiciones sólidas y estables de bienestar; ni que ellos deban ser objeto, en medio de dicho reajuste, de acciones afirmativas. Sería mejor entonces mencionar concretamente cuáles son las conquistas específicas obtenidas por negros y negras con la revolución y el socialismo. Porque si estas son verificables, ¿para qué es necesaria una acción afirmativa? La defensa de una posición es débil una vez que la contradicción se instala como recurso antidialéctico. Ahora bien. Este supuesto debate del socialismo entra exactamente dentro de los esquemas occidentalistas que, se dice, deben ser cuestionados para recuperar nuestro lugar en la cultura e historia cubana. El socialismo, tal y como fue puesto en práctica en nuestro país, sorpresivamente para toda Cuba, corresponde a esa narrativa hegemónica y paradigmática occidental que, estamos de acuerdo, es necesario discutir para desbrozar el camino de la identidad y conciencia raciales en el proyecto de nación cubana. Algo que hizo, por cierto, Carlos Moore desde los años 70 del siglo pasado en un texto titulado: El Marxismo y la cuestión racial: Carlos Marx y Federico Engels frente al racismo y la esclavitud. Fue esencialmente esa narrativa la que permitió construir la falsa premisa histórico-política según la cual los negros en Cuba empiezan a ser personas a partir de 1959. Desde ese paradigma se invisibilizó nuestra historia pasada. Lo relevante en todo ello es que la invisibilización del negro y la negra, que acompañaba a la de toda la cultura republicana, escondió fundamentalmente toda la historia de aquellos: tanto la negativa, ejemplificada con la masacre de 1912 en la que murieron miles de negros; como la positiva, ilustrada por su altísimo nivel educativo, visible en las llamadas Escuelas Normalistas de Cuba: desde Guantánamo hasta Pinar del Río. Lo que nos lleva a un problema mucho mayor y mucho más importante en Cuba que el debate o no de un pretendido socialismo: el del predomino de la mentalidad criolla en la estructuras cognoscitivas de la realidad cubana, no importa que se llame burguesa o socialista. Bien mirado, desde el uso hábil del instrumental marxista-leninista, las historias de José A. Aponte y del Partido Independiente de Color se recitarían hoy desde los círculos infantiles, posibilitando quizá que muchos niños clamaran: seremos como Estenoz o Aponte. O la historia del intento de rescate de los Estudiantes de Medicina por los miembros de la hermandad Abakúa. La coincidencia entre clase y raza habría sido una pieza clave en la construcción de un discurso marxista emparentado con la visión de José Carlos Mariategui en Perú. No obstante el CIR, un proyecto abierto y plural, considera que donde no hay democracia es imposible hablar de socialismo y humanismo. Y este problema mayor nos pone sin dudas, y desde ya, ante el dilema de la nación cubana misma, como pasado y como posibilidad. Frente a ella, lo del socialismo es un problema menor. Él solo constituyó y constituye la actualización con pretensiones progresistas del proyecto y pensamiento criollos, forzosamente racistas, sobre la nación. Problema este que se instala como el fundamento histórico-político de aquellos ciudadanos cubanos que hablan de refundar en el 2012 el nuevo partido independiente de color. La discusión de los paradigmas y conceptos occidentales siguen dando la clave. Aquí el CIR concuerda con esa tesis que plantea la necesidad de revisar a fondo la historia narrada de Cuba y los instrumentos conceptuales con los que se construyeron nuestras historias oficiales. Ello requiere tanto la critica del socialismo como de la llamada revolución, desde sus fundamentos; y la crítica de las bases sobre las que se intentó erigir una nación cubana fragmentada. Una tarea inmensa que exige abandonar la simplificación y el tipo de pensamiento dicotómico, inevitablemente autoritario, que heredamos de entre los paradigmas occidentales. La dicotomía revolución-contrarrevolución es una ecuación operacional que pertenece al campo del poder y no al campo del pensamiento. Sobre todo del pensamiento sobre cuestiones raciales, que involucra necesariamente aproximaciones de antropología cultural, teoría sociológica y estructuras cibernéticas de razonamiento. Cuando esta discusión se abra paso, sin intimidación y aparición policiales, recuperaremos de hecho nuestra básica condición occidental. Porque lo que distingue a la cultura occidental, respecto de cualquier otra cultura de ámbito universal o local, es la crítica de los propios paradigmas y hegemonías. Esa es la condición cardinal de occidente: producir los conceptos e instrumentos de su propia crítica. Y es la condición cardinal de Cuba. Es a través de esta occidentalización, fundada en Cuba sobre una condición posmoderna original, que se verá la incompatibilidad, por ejemplo, entre el artículo 5 de la constitución cubana —una expresión práctica de hegemonía occidental que reactualiza el racismo— y la identidad profunda de los negros en Cuba. En ninguna de las expresiones religiosas cubanas que se originan en África —y que sirven de base a mentalidades flexibles— se concibe la existencia y primacía absoluta de un solo dios paradigmático, padre intelectual de la intolerancia y de la construcción hegemónica resultante. Mucho menos que la sociedad sea organizada por el pensamiento pretendidamente científico de dos o tres dioses eurooccidentales. De esta occidentalización, conectada a nuestra diversidad cultural de origen, provendrá también un proyecto más concreto y fundamental: la recuperación de ese continuo histórico que permitirá visibilizar el lugar, los alcances, las luchas, las ideas y los proyectos de los negros y negras en Cuba a lo largo de nuestra historia. Entonces se verá la existencia y fortaleza de una clase media negra, en sus versiones alta y baja; la presencia de relevantes pensadores, escritores y escritoras, y de periodistas en toda Cuba, su creciente representación en la política y en los movimientos sociales, la cultura de decencia, estilo y buenas maneras que les caracterizaba —resultado de la conciencia del valor igualitario y referencial de la educación para posibilitar su inserción y aceptación— al lado, es verdad, de las miserias y el racismo que humillaban a amplios sectores marginalizados: tanto negros como blancos. Todo, antes de 1959 y desde bien atrás en la época colonial. Esa historia así recuperada permitirá recobrar dos valores esenciales para los subalternos: la autoestima y el paradigma primordial para negras y negros en todo el mundo: la autoemancipación. La lección fundamental de la historia de los negros en occidente, lo que incluye a Cuba, es que lo que estos lograron lo alcanzaron por sí mismos. La emancipación, entendida como libertad, pudo y puede ser una premisa importante para posibilitar que los probables logros se alcancen por vía pacífica. Pero solo la autoemancipación, vista como liberación, permite que estos logros sean efectivos y duraderos, y expresen la libertad como autoconciencia. En el fondo, el dilema es de autodeterminación. Si la libertad auténtica es aquella que alcanzan los pueblos por sus propios esfuerzos, no la otorgada por los antiguos dominadores, ¿por qué este principio no es válido para negros y negras? La emancipación es siempre un proyecto limitado porque supone que los emancipadores saben más y mejor lo que les conviene a los emancipados. El problema político y cultural que enfrentan por doquier la comunidad LGBT respecto de los heterosexuales, los indios respectos del eurocentrismo y las identidades raciales respecto de aquellas identidades raciales hegemónicas. La pulverización de esa historia autoemancipada y del concepto autoemancipatorio asociado es la que explica la incapacidad actual para negros y negras de enfrentar los duros reajustes económicos del socialismo realmente existente. Ella suprimió, desde 1959, los recursos acumulados en términos de economía, de espacios, ubicación, conocimiento, sociabilidad, conexiones y psicología que permiten a los blancos hoy, por supuesto que no a todos, reciclarse con ventajas en la nueva economía. Por eso la crisis es, para negros y negras, un viejo problema estructural, no de coyunturas. Esto nos coloca frente a una amarga ironía: la necesidad de copiar las fórmulas del enemigo para aproximarnos a la solución de un problema que tenía, por así decirlo, su propia vía cubana. Cabría preguntarse, llegados a este punto, sobre quién trabaja directa o indirectamente para la CIA: ¿aquellos que proponemos concretamente abrirnos a nuestra propia experiencia, o aquellos que impulsan soluciones típicamente estadounidenses, como la acción afirmativa, para realidades diametralmente distintas? La acción afirmativa tiene sentido pleno en sociedades que tratan de reequilibrar a minorías; en Cuba, donde la cuestión racial no puede ser vista y tratada como si se tratara de minorías, el concepto potente que el CIR defiende es el de reempoderamiento. El que permitió, a través de una lucha ardua, sinuosa, de avances y retrocesos que negros y negras alcanzaran espacios de participación y bienestar, sociológica y estadísticamente significativos antes de 1959. Es desde este reempodereamiento que se construirán las referencias posibles y necesarias para que ellos participen en la construcción del bienestar desde el mismo punto de partida que lo hace hoy, en todo el mundo, cualquier ciudadano: sea blanco, indio o negro. A fin de cuentas, las desigualdades no tienen color. Eso es lo que defiende el CIR. Y ni la llamada revolución ni las corrientes históricamente hegemónicas de la llamada contrarrevolución tienen proyectos e instrumentos conceptuales que contemplen la autoemancipación de los otros. Ambas se manejan con la visión criollo burguesa de la sociedad, al margen de sus ropajes progresistas o nacionalistas, en la que las diferencias tienen que estar atadas y bien atadas al poder. Por eso nos quieren imponer el discurso de la culpa y del agradecimiento: dos valores cristianos incompatibles con los Estados modernos laicos. Estos se legitiman por la obligación que adquieren con los ciudadanos, no al revés. Se agradece a quien no tiene obligación. Como instrumento de poder, el término de contrarrevolución es el mantra apropiado de la policía política. Es la frase mágica que proporciona la justificación ideológica para reprimir la pluralidad inconveniente, reduciéndola al concepto de enemigo. Pero la pregunta del CIR es si un instrumento de poder es suficiente para fundar los instrumentos de pensamiento necesarios que permitan entender y afrontar las soluciones a una problemática compleja, de claro impacto político. Como todas las cosas de Cuba, desde luego. Una reducción semejante del debate intenta legitimar el castigo del poder, pero deja intacto el problema del racismo. Por la sencilla razón de que reprimir a los negros auto emancipados es justamente la esencia del pensamiento racista. El pensamiento racista opera en dos vertientes conectadas: o coopto a los diferentes o los reprimo. Su idea-fuerza es que los diferentes no pueden autodefinirse. En la vertiente sajona la cooptación se llamó gueto: acepta la separación y vivirás tranquilo. En la latina se llama tutela: acepta mi visión y tendrás tu espacio. En ambas la represión es represión, tal y como viene sufriendo el CIR, no debate pacífico en un marco de tolerancia. El CIR propone una visión propia para solucionar problemas provocados por visiones ajenas. Y de manera seria. La cuestión no es la de participar en el poder, sino qué poder se tiene para participar. El asunto no pasa por la representación en las estructuras políticas, sino por definir las estructuras políticas mismas desde las políticas de la diferencia. No se trata de cuánto van a obtener los negros y las negras de la economía, sino de cómo estos serán capaces de insertase en ella. El punto no es, en fin, el de ser invitados a la mesa del poder, sino el de confeccionar la mesa y el menú con los propios ingredientes. Vistos sin anteojeras, los Lineamientos aprobados por el VI Congreso del Partido Comunista en Cuba reescalan la marginalidad estructural de los negros alejándolos, no ya solo de las posibilidades emancipatorias, sino destruyéndoles las condiciones para su autoemancipación. ¿Quién dice que Pernod-Ricard, dueño de Havana Club, o Golden-Tulyp, propietario del hotel Parque Central o Tabacalera, la potentada de Habanos S.A representan algo para el bienestar de los negros en Cuba? ¿Cómo la construcción de marinas y campos de golf, asociada a millonarias multinacionales extranjeras, les va a beneficiar? ¿Podrán ellos ser alguna vez accionistas o propietarios de estas empresas multinacionales que se adueñan de Cuba? ¿Podrán entonces viajar al exterior en el estado de necesidad literal en el que se encuentran? ¿Podrán participar en el mercado inmobiliario o de automóviles, mercados altamente especulativos y fundamentalmente improductivos? ¿Tienen recursos siquiera para iniciarse en la infraempresa de bienes fungibles? Pues bien, este modelo capitalista, fundamentalmente rentista y mercantil, que exige como mínimo el usufructo de espacios físicos apropiados de los que, en su mayoría, carecen los negros, es el que se propone para remontar la crisis de la economía cubana. En sí mismo, este proyecto puede ser eficaz para una estrategia de supervivencia del poder, no lo es para refundar las bases de un proyecto de nación. Menos, para revitalizar la inserción de los negros. Estos y la nación se confunden en su desarticulación, y están obligadamente conectados de cara al futuro. Llegar a estas ideas solo puede hacerse en controversia con el pensamiento único. Y constituye una contradicción discutir cuestiones de identidad con las categorías de aquel pensamiento. Los discursos de identidad y de minorías, que son debates por y desde la pluralidad, son consistentemente posibles cuando aquel pensamiento único cede su hegemonía. La hegemonía se desplaza del campo de las ideas desde el momento en que deja a la policía política en los cuarteles y confronta a la diversidad de pensamientos con ideas complejas. Dentro del debate de ideas complejas aparecen esos aparatos de aproximación, análisis y estudio que aquel pensamiento único desconoció en Cuba: la antropología, la sociología, los estudios culturales y lingüísticos, la historia local o las historias de vida junto al estudio de los símbolos. Pero lo que no se hace en el debate de ideas es reeditar el infundio, las acusaciones políticamente correctas y los procedimientos difamatorios contra aquellos con los que no se coincide. ¿Cómo recuperar las disciplinas olvidadas y no recuperar a los que estas reconocen y legitiman? El CIR, junto a otras expresiones, es voz de esos que las nuevas ciencias descubiertas para Cuba empiezan por reconocer inexorablemente, y que no necesitan que les construyan sus categorías. Ni desde el extranjero, para ser consistentemente nacionalistas, ni desde el poder, si es que la autodeterminación es un valor progresista. Las autoridades cubanas no deberían de perder la oportunidad que está ofreciendo el Año Internacional de los Afrodescendientes, los nuevos ambientes mundiales y regionales que promueven agendas inclusivas para promover nuestros derechos, aprovechando las recomendaciones muy constructivas hechas recientemente por el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de Naciones Unidas. Estas eran claras en la dirección de trabajar de conjunto, respetándolas, con organizaciones independientes vinculadas al tema. La represión se aleja de estos propósitos. Juan Antonio Madrazo Luna Leonardo Calvo Cárdenas Coordinador Nacional Vicecoordinador Nacional Eleanor Calvo Martínez Directora Observatorio Ciudadano contra la Discriminación El día 31 de Diciembre del 2015 se reunieron en la sede social de la Sociedad Cultural Yoruba los miembros de la Comisión Organizadora de la Letra del Año Miguel Febles Padrón “Awo Odi Ka” y el Consejo de Mayores de Cuba, para realizar la Ceremonia de Apertura del Año 2016. |