Por 1912 Alguien un día de estos tendrá que abordar con sentido científico las estadísticas del comportamiento ideológico de los negros cubanos; tal esfuerzo para nuestra gente es en extremo difícil pues tendemos a embocar el derrotero del anécdota y el personalismo; cada uno de nosotros suele colocar su propia vida como ejemplo y se hace difícil llegar a conclusiones generalizadoras. Pero me atrevo a aventurar que a finales de 1958 los cubanos de piel más oscura que nutrían algún tipo de inquietud política se alineaban en dos grupos fundamentales: el PSP; los comunistas de antes que Fidel Castro secuestrara la etiqueta y el grupo en torno a Fulgencio Batista y Zaldivar o los “batistianos” como peyorativamente se les conoce. Por más que hurgo en mi mente no logro recordar una cantidad representativa de cubanos evidentemente negros en las filas del movimiento 26 de Julio, o los fidelistas. A que pudiera deberse esta “apatía” o tibieza? Les diré lo que yo pienso: el PSP a pesar de ser en su proyección internacional un peón del PCUS y un fiel seguidor de la línea moscovita, mantenía en su comportamiento doméstico un perfil de colaboración, humanismo e incluso de un cierto mecenismo; no olvidemos que la estación de radio 1010 fue el ámbito de debut de no pocos artistas entre los que se cuenta nuestra Celia Cruz; si bien en la filosofía marxista no existe una actitud anti racista militante lo cierto es que el discurso de igualdad y de defensa de los humildes cautivaba la imaginación de los que a la sazón llevaban la peor parte. Por otro lado; el ascenso al poder del sargento taquígrafo de origen mestizo trajo consigo un reordenamiento en las Fuerzas Armadas a partir del cual no pocos humildes y olvidados cambiaron de status social. Atención; para determinados analistas esta revoltura forzada dentro del ejército y la desaparición de la rancia clase “militar” pudo haber sido un factor decisivo en la falta de conciencia de clase dentro del mundo castrense y haber creado el clima de corrupción y falta de identidad que eventualmente favoreció a los “barbudos”. Como quiera que fuere lo cierto es que entre batistianos y pesepeteros la media de la población negra cubana no parece haber encontrado mucho atractivo en la retórica violenta y apocalíptica del abogado oriental y con muy pocas excepciones presenció desde las gradas la llegada del Caligula Tropical al poder. Fidel Castro no se destacaba por su magnanimidad y creo que jamás nos perdonó nuestra indiferencia. No logro concebir que mecanismo se debe hacer activado en la mente de la población negra; pero mientras en la manigua del siglo anterior habían derrochado heroísmo y alcanzado los más altos grados del ejército mambi a excepción de Juan Almeida y unos cuatro o cinco más la cúpula de los militares luego de 1959 era conspicuamente “pálida” como pálido había sido el apoyo negro al proyecto fidelista. Tampoco se produjo un rechazo masivo al experimento de los Castro sobre la isla; más allá de la broma y el soslayado comentario se pudiera decir que la población negra se mantuvo al margen de la virulenta confrontación de los primeros años de la dictadura comunista y poco a poco fue cediendo al peso de las consignas y los estereotipos hasta llegar a abrazar la idea de que quien había forzado a negros ilustres a marcharse y encarcelado incluso a negros comunistas era el garante de la igualdad racial en la isla. Aceptamos como verídica la falacia de que Fidel nos había hecho ciudadanos de primera clase sin admitir la realidad de que se estaba produciendo una caída en la calidad de vida y las Libertades de todos los ciudadanos más allá del color de su piel. Pero los Castro jamás confiaron en nosotros; las posiciones de responsabilidad y la toma de decisiones siempre permanecieron bajo el control de la élite pequeño burguesa blanca. Al pasar de los años los negros empezamos a comprender que nos habíamos jugado una mala pasada a nosotros mismos y que nos habíamos condenado a una suerte de limbo social en el cual no nos quería la elite comunista y no contábamos con apoyo de familiares fuera de Cuba porque optamos por quedarnos; solo después de 1980 y como a cuenta gotas, comenzaron a marcharse al exilio algunos negros cubanos y así llegamos a hoy; a pocos meses del 2020; las familias de “dirigentes” han logrado como por arte de magia reunir a sus miembros del lado norte del estrecho de la Florida; mal que bien están de nuevo juntos; olvidadas y sepultadas las diferencias de ayer; aquí no ha pasado nada y ante tal panorama se aprecian muy esparcidos dentro del tejido de la comunidad unos pocos negros cubano americanos; pero entre nosotros no parece haberse producido la jubilosa reunión; la enorme mayoría tiene poca o ninguna familia de este lado. Los negros cubanos estamos solos; terriblemente alejados de nuestros familiares en una soledad dentro de la que escuchamos solo nuestra propia voz; la palabra pesa y la pluma se agiganta; cabría preguntarse en qué recodo perdimos la brújula o que perverso gen nos obliga a ser centrífugos. Tras el castillo de mi propia piel recurro a memorias añejas y páginas amarillentas; epopeyas de otrora y héroes de ayer. Reclamo mi lugar sin demasiada vehemencia porque en el fondo me asalta la sensación de haber renunciado a él hace muchos años. Lo que parece estar condenado a morir sin respuesta es la pregunta de si la soledad me fue administrada o es auto infligida. Por ahora me aferro a mi piel con el irracional temor de que tras ella pudiera no haber nada
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Por 1912De reciente se escucha con frecuencia la teoria de que la famosa aseveración de Marti sobre hombre más que negro, más que blanco, más que mulato ha sido un instrumento para someter a los cubanos de piel oscura. Y aquí inmediatamente deseo hacer una parada obligatoria y aclaratoria.
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