Innegablemente somos parte de un único e indivisible reino que es la humanidad.
Las divisiones, conflictos y confrontaciones que se escudan tras la pertenencia a distintos grupos étnicos son producto de la avidez con la que algunos deciden hacerse con el poder y la riqueza. Si bien desde la perspectiva antropológica las tesis discriminatorias se ven cada día mas aisladas subsisten tenaces secuelas en el ámbito social y económico que entorpecen el necesario proceso de integración de las personas. Es fundamental, en particular para todos aquellos que mostramos un mayor o menor grado de ascendencia africana, comprender que la imperiosidad de la integración y los prejuicios raciales no están ceñidos a negro vs blanco. Existen prejuicios en otros ámbitos que por ser menos conocidos azotan con sorprendente impunidad a millones de personas; baste sólo mencionar el recelo y distanciamiento que reinan entre los mexicanos de tez más clara y aquellos que no pueden ocultar su origen indígena. La lucha por la integración plena de los hombres y mujeres es no sólo un derecho sino un deber; no obstante, resulta frustrante ver como muchos se dejan manipular y encasillar solo por ser parte de un grupo. En nuestro país los hispanos dan por descontado pertenecer al bando demócrata al igual que los afroamericanos. Esto es tan estrecho, estereotipado, racista y absurdo como lo fue en su momento la afiliación de la enorme mayoría de los negros americanos al partido republicano. El equilibrio entre la individualidad y la raza se rompe cuando actuamos como manada antes de actuar como ser humano. Durante los dos períodos presidenciales de Barack Obama recuerdo la desconsolada e irritada expresión en los rostros de aquellos que me escuchaban criticarlo sin medios términos. En el caso de nuestro país de origen, Cuba, noto con extrema preocupación como una enorme porción de mis compatriotas negros priorizan la lucha contra los prejuicios raciales por encima de la tenaz, perenne y meridiana denuncia de La Junta de La Habana y sus desmanes; muchos muestran una tolerante objetividad hacia quienes nos sacaron a puntapiés de nuestra casa mientras saltan como felinos en celo al escuchar la mínima alusión racial. Personalmente no albergo ningún sentimiento contrario al verticalismo como tampoco me molestan la objetividad y la tolerancia siempre que cualquiera de las dos opciones sea aplicada con coherencia. Pensar que habremos logrado algo si cubanos de todos los colores disfrutan de las mismas ínfimas oportunidades que el paramo que la dictadura ha creado puede ofrecer es pueril y simplista. La lucha por la derrota de los prejuicios raciales en la isla debe ir de la mano de la encarnizada batalla en todos los niveles por deshacernos del pernicioso lastre del castrocomunismo. La igualdad en la nulidad no me interesa: debemos luchar por la paridad de oportunidades en una Cuba próspera y prometedora. La raza no es enemiga del individuo, antes al contrario, es una de las inherentes particularidades del mismo. No obstante, la raza no puede nublar la visión ni limitar la perspectiva del individuo pues en el preciso momento que esto ocurra caeremos en muchos de esos prejuicios y clichés que tanto aborrecemos. Mi raza determina mi genotipo, mi propensión a ciertas enfermedades y mis mayores defensas contra otras. Mi raza incluso determina mi mayor comprensión de ciertas sensibilidades respecto a otras, pero soy yo, como individuo quien no cae rehén de mis características raciales y quién, en última instancia, recoge las sensibilidades de mi raza así como TODAS las demás y las coloca delicadamente en la canasta de la sensibilidades de las razas, inclinaciones y persuasiones. Es mi individualidad lo que da plena libertad a mi raza y la inserta en el contexto y la dinámica de mis hermanos los demás seres que habitan nuestro bello y martirizado planeta. Andres Alburquerque. Communications and Media Director. Afro Cuban Forum.
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10/19/2023 06:16:25 am
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